La curiosidad mató al gato 30/05/13



De lado en el sofá, tapado hasta el cuello, con la boca abierta y el hilillo de saliva mojando el cojín noto como un sonido extraño tira de mí hacia la consciencia mientras pienso que si no ha sonado la alarma es que no es hora de despertarse, que todavía puede aprovechar un poco más ese poco tiempo del que dispongo para la siesta y que, aunque no recuerdo lo que estaba soñando, me hacía sentir bien.

 Pero la curiosidad me puede. Estoy deseando saber de dónde viene ese sonido e intento averiguarlo sin abrir los ojos. Es un sonido grave, que se repite. No es la tele porque justo antes de echarme le he quitado el sonido. No es nada de la calle porque se nota que está bastante cerca. Es como si el móvil vibrara pero estoy seguro de que lo he desconectado. Las horas que son  y mi  coeficiente intelectual no dan para conseguir averiguarlo, así que me rindo y abro los ojos.
Hay quien piensa que los gatos son felinos salvajes que por alguna mutación en su proceso evolutivo  no consiguen alcanzar la madurez, y es por eso por lo que se adaptaron a la vida domestica.
No soy experto en la materia, pero no estoy de acuerdo del todo. Estoy totalmente convencido de que están integrados entre nosotros porque nos están estudiando detenidamente, esperando el momento justo para hacerse con el control de la humanidad. Y somos tan torpes de hacer películas sobre como los extraterrestres, los virus, los zombis, las cucarachas o incluso los torpes monos se hacen con el mundo, y a nadie se le ha ocurrido pensar que las verdadera amenaza está aquí mismo. Sobre su camita, jugando con un ovillo de lana o sentado en el alféizar de la ventana.

O ECHADO SOBRE MÍ, mirándome fijamente a escasos dos centímetros y mascullando su venganza. Mientras  abro los ojos. Y los abro tanto que creo que se me saldrán de las órbitas.
Hay un refrán que dice- La curiosidad mató al gato-.Pero en este caso mi curiosidad por poco me mata de un infarto por culpa del puto gato.

Nota mental 07/05/13

Nota mental:  Si tienes prisa, no intentar ponerse el colgante con la gafas de sol puestas, a la vez que cierras las puerta de casa con llave.

...Corres el riesgo de que se líe el colgante con las gafas de sol, y que cuando intentes evitar que éstas caigan al suelo, las rayes con la llaves que inexplicablemente has olvidado que llevabas en la mano.
 Por supuesto no lo consigues. Así que te agachas para cogerlas del suelo, con el colgante pendiendo de una oreja. Pero es entonces cuando recuerdas que la puerta que intentabas cerrar, y de la que hace dos segundos sacaste la llave, viene hacia tí, sin prisa pero sin pausa. Levantas la vista y.... Portazo en la nariz. 
Vale, no ha sido muy fuerte, pero sí lo suficiente como para que se me ponga la nariz como un tomate. Entonces te incorporas miras a tu alrededor y das gracias porque nadie te ha visto. Pero claro, como tengo esta irrefrenable obsesión de contarlo todo... 

Si es que no lo puedo evitar!!!