De lado en el sofá, tapado hasta el cuello, con la boca
abierta y el hilillo de saliva mojando el cojín noto como un sonido extraño tira
de mí hacia la consciencia mientras pienso que si no ha sonado la alarma es
que no es hora de despertarse, que todavía puede aprovechar un poco más ese
poco tiempo del que dispongo para la siesta y que, aunque no recuerdo lo que
estaba soñando, me hacía sentir bien.
Pero la curiosidad me puede. Estoy deseando saber de dónde viene ese sonido e intento averiguarlo sin abrir los ojos. Es un sonido grave, que se repite. No es la tele porque justo antes de echarme le he quitado el sonido. No es nada de la calle porque se nota que está bastante cerca. Es como si el móvil vibrara pero estoy seguro de que lo he desconectado. Las horas que son y mi coeficiente intelectual no dan para conseguir averiguarlo, así que me rindo y abro los ojos.
Pero la curiosidad me puede. Estoy deseando saber de dónde viene ese sonido e intento averiguarlo sin abrir los ojos. Es un sonido grave, que se repite. No es la tele porque justo antes de echarme le he quitado el sonido. No es nada de la calle porque se nota que está bastante cerca. Es como si el móvil vibrara pero estoy seguro de que lo he desconectado. Las horas que son y mi coeficiente intelectual no dan para conseguir averiguarlo, así que me rindo y abro los ojos.
Hay quien piensa que los gatos son felinos salvajes que por
alguna mutación en su proceso evolutivo no
consiguen alcanzar la madurez, y es por eso por lo que se adaptaron a la vida
domestica.
No soy experto en la materia, pero no estoy de acuerdo del
todo. Estoy totalmente convencido de que están integrados entre nosotros porque
nos están estudiando detenidamente, esperando el momento justo para hacerse con
el control de la humanidad. Y somos tan torpes de hacer películas sobre como
los extraterrestres, los virus, los zombis, las cucarachas o incluso los torpes
monos se hacen con el mundo, y a nadie se le ha ocurrido pensar que las
verdadera amenaza está aquí mismo. Sobre su camita, jugando con un ovillo de
lana o sentado en el alféizar de la ventana.
O ECHADO SOBRE MÍ, mirándome fijamente a escasos dos
centímetros y mascullando su venganza. Mientras abro los ojos. Y los abro tanto que creo que se me
saldrán de las órbitas.
Hay un refrán que dice- La curiosidad mató al gato-.Pero en
este caso mi curiosidad por poco me mata de un infarto por culpa del puto gato.