De lado en el sofá, con la boca abierta y el hilillo de
saliva mojando el cojín que tiene a modo de almohada. Y el otro bajo su
abultado vientre sujetando el peso de mi futuro hijo. BONITA ESTAMPA. ¿Verdad? Preciosa
diría yo.
Pero sería mucho más bonita si yo no tuviera que verla desde la alfombra.
No es que me queje, de hecho yo mismo soy el que me ofrezco y
así pueda estirar sus infladas piernas.
En un principio y durante los primeros minutos
nos sentamos los dos, pero luego ya me empiezo a dar cuenta de los incomoda que
está y decido de mi santiscario dejárselo para ella sola. Y no, no es que me
estorben los pies de ella continuamente encima o que a cada momento me pida que
le haga un masaje para calmarle la hinchazón
de tobillos, es que sé que así va estar mejor. Y yo solo busco lo mejor
para ella y para el futuro bebé. Por eso cuando veo que se está quedando
dormida y empieza a tener la respiración un poco fuerte, le pregunto -¿Y no
estarías mejor en la cama, que aquí, repanchingada en el sofá mientras yo veo
la película en español y con subtítulos en español para poder seguir el hilo
sin perderme porque no quiero subir el volumen, y dando vueltas en la puta
alfombra? Que no digo yo que sea fea, porque cuando la vimos en el Leroy Merlim
incluso llegó a gustarme, pero que le estoy cogiendo un interés que es que no
la puedo ni ver.
Al principio parecía cómoda, es de esas mulliditas, de las
que dan ganas de tumbarse en ellas. De las que parecen que van a ser blanditas,
pero que al cabo de un rato estas hecho un alcayata.
Espero que el nuevo sofá no tarde en llegar, porque sino el que
va a necesitar los masajes voy a ser yo, y no precisamente en los tobillos.