Que no quieres lentejas?, pues el plato lleno. 29/03/13

-Oiga, perdone. Un cajero automático del BBVA por aquí cerca, por favor ?- Y el municipal, con una risilla socarrona nos lo señala. Donde creéis que estaba?, pues donde más gente había. En el centro de la procesión que venía hacia donde estábamos.

Nosotros, que huyendo de las aglomeraciones de gente, nos habíamos venido a Conil buscando algo de tranquilidad. Por culpa de las prisas, un poco por falta de previsión o más bien por dejadez, nos veíamos en el centro del pueblo frente por frente con "EL SANTO ENTIERRO".

Así qué ahí estábamos, andando a contracorriente por medio de la multitud buscando un cajero como fuera.

Cuando por fin encontramos uno de nuestro banco, justo al otro lado de la estación de penitencia, por supuesto no funcionaba. No nos quedaba otra que volver sobre nuestros pasos en busca de una oficina de la competencia que nos habíamos dejado atrás por no querer pagar comisiones.

Entramos y, mientras Mari marcaba el número secreto, yo hacia las veces de escolta intentando que desde fuera del pecera no vieran lo que ella tecleaba.

Pero en ese preciso instante empieza a temblar el suelo, a vibrar la cristales, a apagarse y encenderse las luces y la pantalla del cajero. Lo primero que pensé fue que la Mari había superado el límite de la tarjeta ( que por otro lado tampoco era tan difícil). Pero no era eso, al fin y al cabo solo eran 60 euros. Aquello era otra cosa, algo más grave, algo que venía de fuera de la pecera. Abrimos la puerta y una marabunta de mujeres con carritos de bebés se empujaban y se echaban maldiciones las unas a las otras con tal de entrar en el cajero antes de que a sus retoños les cayera la lluvia, mientras nosotros luchábamos por salir de allí como fuera.

Pero no había manera. Locas con los ojos inyectados en sangre atascaban la puerta a la vez que empujaban sus carritos contra mis espinillas como sí de una manada de ñus perseguidos por un pelotón de tigres se tratara.

A estas alturas yo ya temía por mi vida, la de la Mari y la de mi futuro vástago. Sólo me quedaba cogerla en brazos y apartar a patadas a aquella jauría, con la música de "El Guardaespaldas" de fondo. Pero no fue necesario, entre toda aquella muchedumbre se habría un hueco y pudimos salir sanos y salvos justo a tiempo, no fuera a ser que al Paso de Palio de la Virgen le pillara lejos la iglesia y decidieran meterse en el cajero también.