El gallo canta, la gallina cacarea, el gato maúlla, la
puerta se cierra, el perro del vecino ladra, el grillo grilla, el toro brama,
el frigorífico refrigera, el ventilador ventila, la puerta se abre, el suelo
cruje, el viento silba, el pulso late, mi futuro hijo patalea en la barriga y su
madre se queja. Y el reloj da las dos en
punto de la madrugada. Y todo eso yo no lo escucharía si el aire acondicionado
acondicionara.
PERO LO ESCUCHO. Y me levanto. Y voy al frigorífico, y con
el achaque de que voy a beber agua me quedo descalzo frente a él y con la puerta
abierta para darme un pequeño respiro, pensando en la cantidad de ruidos que
hay en el campo y que no escucho porque llego tan cansado que solo me da
tiempo a tocar la cama cuando ya estoy dormido (roncando según dice la
parienta). O tengo la tele tan alta que no soy consciente de lo que pasa a mi
alrededor. Y ME LO TOMO CON FILOSOFÍA.
- Seguramente mañana noche, si no llego
muy cansado, no pondré la tele. Me quedaré a oscuras poniendo atención en todos
los ruidos-
Todo esto mientras voy andando hacia la cama, y me doy cuenta de
que ella también tiene las “respiración un poco fuerte” y que voy a tener que comprar
unos tapones para los oídos como los que compro en la famacia (tapones del amor le llama)… Y ya no
recuerdo nada más. Lo siguiente es tener la boca seca, muchas ganas de mear y
muy poquitas de levantarme.
Acabo de recordar que
esta noche echan Águila Roja, así que creo que lo de escuchar ruidos a oscuras lo
dejaremos para otro día.