Estoy echo un chaval 25/03/13

Sabemos que nos hemos hecho viejos cuando un domingo cualquiera, digamos por ejemplo Domingo de Ramos, quedas con los amig@s a comer y en una mesa de diez hay como mínimo 3 niños. Te tomas un par de copas de vino, y las últimas patatas fritas de guarnición las tienes que dejar en el plato por no atinas a cogerlas ya con el tenedor, de postre pides un café para despabilarte, porque si no te va a costar trabajo levantarte de la mesa. Y rezas para que a nadie se le ocurra decir lo típico de –Bueno, a ver, la espuela donde la tomamos?-. Tú!, que siempre has sido de los que decían esa frase, eres el que se esconde y que pide a todos los santos del cielo para que la mayoría diga que no va, y así no quedes en evidencia. Pero le echas valor y te apuntas.
Entras en ese bar de moda y te plantas delante de un jambo con un pinganillo en el oído, que te mira de arriba abajo y te da su consentimiento para que entres con un gesto de aprobación que apenas es perceptible al ojo humano. Y lo primero que piensas es – Ja! y la parienta decía que iba haciendo el ridículo con esta ropa, pues al pavo este no le ha parecido mal del todo cuando me ha dejado pasar.


Pero lo mejor viene cuando después de aguantar empujones, restregones y tironEs varios de la chaqueta, llegas a la barra donde hay tres chavalas poniendo copas de las que solo salen en la última página del Marca o en los anuncios del verano del El Corte Inglés. Y cuando por fin consigues que te echan cuentas y le pides, balbuceando y completamente intimidado ante semejante espectáculo, -Un güisqui, por favor. Ella te responde, después de recitarte de memoria una lista de bebidas larguísima -¿Cual le gusta a USTED?.

Inmediatamente dejas de escuchar la música estridente que escuchabas y solo oyes como retumba en tu cabeza una y otra vez esa palabra. USTED, USTED, USTED, USTED... Entonces te vuelves con la cabeza agachada y te vas a tu casa sabiendo que esa palabra te va a acompañar como mínimo el resto de la noche.

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